Usted habla del amor como de una construcción, como de un trabajo por realizarDominique Simonnet: Así lo pienso: amar es un trabajo. Quiero decir una acción, una voluntad, una atención. Hay que hacer el aprendizaje del corazón en el amor, en la vida, en el tiempo. Como la de la gravedad, las leyes del amor no se pueden cambiar. Si un vaso se cae, se quiebra...Si te enamoras, te sentirás atraído por el otro...Pero esas fuerzas se pueden utilizar en provecho propio. Los aviones vuelan y los cohetes suben a pesar de la gravitación, que nunca cesa. Con el amor ocurre lo mismo: se puede hacer durar el amor, a pesar del deseo, que se transforma.
Hay que querer amar, en sumaAmar es también una decisión. En la vida de pareja hay crisis, depresiones, caprichos, éxitos, euforias...A cada uno corresponde trabajar para tener conciencia de esos diferentes estados, decidir si se desea que dure la relación y, si tal es el caso, actuar para superar las tempestades. Esta total libertad para amar, que nuestros antepasados no tuvieron, nos impone, justamente, la construcción de nuestro amor. Nadie lo puede hacer por nosotros. Uno de los personajes de mi libro La conversación amorosa propone esta definición: amor es eso que existe entre dos individuos capaces de vivir juntos sin matarse.
Una definición bastante minimalistaSin matarse simbólicamente, en todo caso. Pues la vida en común no es más fácil que la soledad. En muchas parejas, la relación de fuerzas verdaderamente mata la personalidad de uno y otro y probablemente el amor. Asesinato simbólico es reducir a cero “el espacio de posibilidades” de alguien. Este respeto del otro es un trabajo. La idea incluso está integrada en la ley: los padres están obligados a ayudar a sus hijos a estudiar, a abrirse camino en la vida. La emancipación de las mujeres les ha permitido ampliar su espacio más allá del círculo privado. Al mismo tiempo, el riesgo es fortalecer el individualismo y el egoísmo. Por eso existe la necesidad de una educación no sólo sexual sino moral, que no se limite a los interdictos sino que vaya en dirección positiva, en busca del bien. Se debería enseñar a los niños a preguntarse por lo que quieren hacer con su vida y al mismo tiempo enfrentar la vida de los otros, a encontrar “el bien supremo” de que hablan los filósofos.
FIELES E INFIELESEmbriagados por nuestra libertad de amar, nos habríamos vuelto demasiado caprichosos. ¿Habría que volver a aprender el cultivo de la fidelidad?Creo que hay que querer amar. El compañero que se tiene no siempre es el mejor que se podría tener. Conservarlo, amarlo, es arbitrario y no óptimo. Amar es, pues, también una decisión, una elección. Denis de Rougemont escribió en 1923: “La fidelidad se sitúa a contracorriente de los valores que hoy todos veneran, se ha convertido en el más profundo de los inconformismos.” Se desprende una fuerza extraordinaria de una vieja pareja que ha sabido hacer vivir su amor. Creo que cualquiera envidiaría eso, pero es excepcional. Hay que hacer el esfuerzo.
Usted propone una forma de voluntarismo individual al servicio del amorLa voluntad ocupa un lugar decisivo en mi visión del mundo. No la creo todopoderosa pero me parece que es, en sí, una fuerza y una alegría. Aprender a interrogarse, a delimitar el deseo, ya es hallar la vida propia. Resulta crucial en nuestra libertad de vida. Antaño las mujeres eran como objetos, se las vendía en nombre del interés patrimonial, pasaban de la autoridad del padre a la del marido. Hoy son libres, disponen de las herramientas de esa libertad (progresos médicos que aportan bienestar físico y moral; asistencia sicológica, mediaciones de todo tipo) y sólo se puede afirmar en sí mismas. De hecho, vivimos una época extraordinaria para el amor. A cada uno le corresponde inventarlo.
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Se ocultan las horas de esfuerzo necesarias para llegar allí.Lo mismo ocurre con el amor. No se disfruta de él sin esfuerzo. Nos asedian con consejos sobre la sexualidad, pero se deja en una penumbra misteriosa el campo completo de los sentimientos. Y bien, hay que decirlo y repetirlo: el amor no es una empresa fácil. Por lo demás creo que es un error esperarlo todo de él. Me parece que una gran parte de la felicidad no viene del amor. Esto es algo que hoy se prefiere no escuchar, pero sin embargo el amor no siempre te hace feliz, también hay otras cosas (otros juegos, otras actividades, otras creaciones...) que pueden reportar felicidad.
Esta idea de “construir” el amor puede resultar peligrosa. A menudo uno se equivoca al comprometerse, se proyecta en una persona la imagen ideal que se tiene en la cabeza, se miente a uno mismo, se construye una ilusión. Y no se ama a la otra persona, sino a la idea que se tiene del amor.Es un peligro, en efecto. Pues siempre se encuentra a un(a) desconocido(a). Hace falta años para descubrirlo...Recuerdo la frase de Thomas Mann “Ningún hombre que se conoce a sí mismo sigue siendo el que era”. Estamos cambiando de continuo, física y espiritualmente. Y no es inocuo vivir con alguien: el otro también te cambia, y tú le cambias. Es una evolución conjunta. Si su influjo es malo, si hace de ti alguien que no te gusta, esto puede ser una razón para prescindir de él. Si es bueno, se puede intentar la construcción de una vida atractiva.
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APRENDAMOS A AMARHoy nos cuesta aceptar el fracaso o la ausencia. Queremos guerras sin muertos. Y amor sin heridas.Sí, parece que somos exigentes. Nos falta un solo objeto y ya estamos contrariados. Vivimos con la esperanza de un amor con cero defectos, de un matrimonio sin fracasos. Nuestra liberta es inmensa y también nuestro afán de felicidad. Entonces las desilusiones nos parecen insoportables. Sin embargo cada generación ha tenido que aceptar ciertos esfuerzos, ciertos sufrimientos, sus derrotas. Piense en todos esos jóvenes que tenían veinte años y murieron en las trincheras entre 1914 y 1918 en nombre de la patria, o en esas mujeres que se han sacrificado en nombre de su familia. Cada generación encuentra un diferente estado del mundo, un campo de posibilidades limitado y la forma de su vida. Los jóvenes de hoy tendrán que vivir en una sociedad de vuelta de sus revoluciones y quizás dispuesta a iniciar otras. Los niños de hoy, forjados en libertad, quizás tendrán una fuerza nueva en sí mismos.
Esperemos que así sea. Están enfrentados, en todo caso, al desconcierto que resulta de esta nueva libertad. Al final de nuestra historia nos encontramos, entonces, tan perplejos como al comienzo. El amor, tan propio del hombre, como decía el historiador de la prehistoria Jean Courtin, continúa inasible y se nos desliza entre los dedos como un puñado de arena, Y estamos solos ante nuestras incertidumbres y nuestras audacias. Solos frente a nuestras desilusiones o nuestras pasiones.La libertad es difícil. Hay que escoger, es decir, renunciar, hay que atreverse a no complacer, a decir no, a no conocer, a superar ese temor a los otros, temor terrible que te arrastra al conformismo. Los lobos gritan y tú gritas. Los lobos duermen y tú duermes...Construir una persona es un trabajo constante. Decía Michel Foucault “Trabajar es mantenerse en la duda y la inquietud”. Aunque agotadora, creo que es la nueva postura mental...”Nunca se ha tomado a broma el amor”, resumía usted al comienzo de esta obra. Esta formula vale también para nuestra época. Se nos querría hacer creer que ya somos ligeros, casi indiferentes. No es cierto: el amor sigue siendo una cosa importante, seria. Pero soy menos pesimista que usted. Creo que el que ama es como un equilibrista en la cuerda floja: la empresa parece imposible pero un día llega el equilibrio. Durante toda la vida hay que aprender a vivir y a morir. Aprendamos también a amar.
En
LA HISTORIA MAS BELLA DEL AMORde VV.AA.