¿De dónde venimos? ¿Por dónde andamos? ¿Hacia dónde podríamos ir?


martes, 27 de julio de 2010

Amar es un trabajo (Dominique Simonnet)

Usted habla del amor como de una construcción, como de un trabajo por realizar

Dominique Simonnet: Así lo pienso: amar es un trabajo. Quiero decir una acción, una voluntad, una atención. Hay que hacer el aprendizaje del corazón en el amor, en la vida, en el tiempo. Como la de la gravedad, las leyes del amor no se pueden cambiar. Si un vaso se cae, se quiebra...Si te enamoras, te sentirás atraído por el otro...Pero esas fuerzas se pueden utilizar en provecho propio. Los aviones vuelan y los cohetes suben a pesar de la gravitación, que nunca cesa. Con el amor ocurre lo mismo: se puede hacer durar el amor, a pesar del deseo, que se transforma.

Hay que querer amar, en suma

Amar es también una decisión. En la vida de pareja hay crisis, depresiones, caprichos, éxitos, euforias...A cada uno corresponde trabajar para tener conciencia de esos diferentes estados, decidir si se desea que dure la relación y, si tal es el caso, actuar para superar las tempestades. Esta total libertad para amar, que nuestros antepasados no tuvieron, nos impone, justamente, la construcción de nuestro amor. Nadie lo puede hacer por nosotros. Uno de los personajes de mi libro La conversación amorosa propone esta definición: amor es eso que existe entre dos individuos capaces de vivir juntos sin matarse.

Una definición bastante minimalista

Sin matarse simbólicamente, en todo caso. Pues la vida en común no es más fácil que la soledad. En muchas parejas, la relación de fuerzas verdaderamente mata la personalidad de uno y otro y probablemente el amor. Asesinato simbólico es reducir a cero “el espacio de posibilidades” de alguien. Este respeto del otro es un trabajo. La idea incluso está integrada en la ley: los padres están obligados a ayudar a sus hijos a estudiar, a abrirse camino en la vida. La emancipación de las mujeres les ha permitido ampliar su espacio más allá del círculo privado. Al mismo tiempo, el riesgo es fortalecer el individualismo y el egoísmo. Por eso existe la necesidad de una educación no sólo sexual sino moral, que no se limite a los interdictos sino que vaya en dirección positiva, en busca del bien. Se debería enseñar a los niños a preguntarse por lo que quieren hacer con su vida y al mismo tiempo enfrentar la vida de los otros, a encontrar “el bien supremo” de que hablan los filósofos.

FIELES E INFIELES

Embriagados por nuestra libertad de amar, nos habríamos vuelto demasiado caprichosos. ¿Habría que volver a aprender el cultivo de la fidelidad?

Creo que hay que querer amar. El compañero que se tiene no siempre es el mejor que se podría tener. Conservarlo, amarlo, es arbitrario y no óptimo. Amar es, pues, también una decisión, una elección. Denis de Rougemont escribió en 1923: “La fidelidad se sitúa a contracorriente de los valores que hoy todos veneran, se ha convertido en el más profundo de los inconformismos.” Se desprende una fuerza extraordinaria de una vieja pareja que ha sabido hacer vivir su amor. Creo que cualquiera envidiaría eso, pero es excepcional. Hay que hacer el esfuerzo.

Usted propone una forma de voluntarismo individual al servicio del amor

La voluntad ocupa un lugar decisivo en mi visión del mundo. No la creo todopoderosa pero me parece que es, en sí, una fuerza y una alegría. Aprender a interrogarse, a delimitar el deseo, ya es hallar la vida propia. Resulta crucial en nuestra libertad de vida. Antaño las mujeres eran como objetos, se las vendía en nombre del interés patrimonial, pasaban de la autoridad del padre a la del marido. Hoy son libres, disponen de las herramientas de esa libertad (progresos médicos que aportan bienestar físico y moral; asistencia sicológica, mediaciones de todo tipo) y sólo se puede afirmar en sí mismas. De hecho, vivimos una época extraordinaria para el amor. A cada uno le corresponde inventarlo.

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Se ocultan las horas de esfuerzo necesarias para llegar allí.

Lo mismo ocurre con el amor. No se disfruta de él sin esfuerzo. Nos asedian con consejos sobre la sexualidad, pero se deja en una penumbra misteriosa el campo completo de los sentimientos. Y bien, hay que decirlo y repetirlo: el amor no es una empresa fácil. Por lo demás creo que es un error esperarlo todo de él. Me parece que una gran parte de la felicidad no viene del amor. Esto es algo que hoy se prefiere no escuchar, pero sin embargo el amor no siempre te hace feliz, también hay otras cosas (otros juegos, otras actividades, otras creaciones...) que pueden reportar felicidad.

Esta idea de “construir” el amor puede resultar peligrosa. A menudo uno se equivoca al comprometerse, se proyecta en una persona la imagen ideal que se tiene en la cabeza, se miente a uno mismo, se construye una ilusión. Y no se ama a la otra persona, sino a la idea que se tiene del amor.

Es un peligro, en efecto. Pues siempre se encuentra a un(a) desconocido(a). Hace falta años para descubrirlo...Recuerdo la frase de Thomas Mann “Ningún hombre que se conoce a sí mismo sigue siendo el que era”. Estamos cambiando de continuo, física y espiritualmente. Y no es inocuo vivir con alguien: el otro también te cambia, y tú le cambias. Es una evolución conjunta. Si su influjo es malo, si hace de ti alguien que no te gusta, esto puede ser una razón para prescindir de él. Si es bueno, se puede intentar la construcción de una vida atractiva.

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APRENDAMOS A AMAR

Hoy nos cuesta aceptar el fracaso o la ausencia. Queremos guerras sin muertos. Y amor sin heridas.

Sí, parece que somos exigentes. Nos falta un solo objeto y ya estamos contrariados. Vivimos con la esperanza de un amor con cero defectos, de un matrimonio sin fracasos. Nuestra liberta es inmensa y también nuestro afán de felicidad. Entonces las desilusiones nos parecen insoportables. Sin embargo cada generación ha tenido que aceptar ciertos esfuerzos, ciertos sufrimientos, sus derrotas. Piense en todos esos jóvenes que tenían veinte años y murieron en las trincheras entre 1914 y 1918 en nombre de la patria, o en esas mujeres que se han sacrificado en nombre de su familia. Cada generación encuentra un diferente estado del mundo, un campo de posibilidades limitado y la forma de su vida. Los jóvenes de hoy tendrán que vivir en una sociedad de vuelta de sus revoluciones y quizás dispuesta a iniciar otras. Los niños de hoy, forjados en libertad, quizás tendrán una fuerza nueva en sí mismos.

Esperemos que así sea. Están enfrentados, en todo caso, al desconcierto que resulta de esta nueva libertad. Al final de nuestra historia nos encontramos, entonces, tan perplejos como al comienzo. El amor, tan propio del hombre, como decía el historiador de la prehistoria Jean Courtin, continúa inasible y se nos desliza entre los dedos como un puñado de arena, Y estamos solos ante nuestras incertidumbres y nuestras audacias. Solos frente a nuestras desilusiones o nuestras pasiones.

La libertad es difícil. Hay que escoger, es decir, renunciar, hay que atreverse a no complacer, a decir no, a no conocer, a superar ese temor a los otros, temor terrible que te arrastra al conformismo. Los lobos gritan y tú gritas. Los lobos duermen y tú duermes...Construir una persona es un trabajo constante. Decía Michel Foucault “Trabajar es mantenerse en la duda y la inquietud”. Aunque agotadora, creo que es la nueva postura mental...”Nunca se ha tomado a broma el amor”, resumía usted al comienzo de esta obra. Esta formula vale también para nuestra época. Se nos querría hacer creer que ya somos ligeros, casi indiferentes. No es cierto: el amor sigue siendo una cosa importante, seria. Pero soy menos pesimista que usted. Creo que el que ama es como un equilibrista en la cuerda floja: la empresa parece imposible pero un día llega el equilibrio. Durante toda la vida hay que aprender a vivir y a morir. Aprendamos también a amar.


En LA HISTORIA MAS BELLA DEL AMOR
de VV.AA.

lunes, 19 de julio de 2010

El mito del amor pasional

Una construcción de Occidente

El mito del amor pasional es una construcción de Occidente. En Oriente y en la Grecia contemporánea de Platón el amor es concebido como placer, como simple voluptuosidad física. Y la pasión, en su sentido trágico y doloroso, no solamente es escasa, sino que además, y sobre todo, es despreciada por la moral corriente como una enfermedad frenética.El concepto de amor no existe en China. El verbo amar es empleado sólo para definir las relaciones entre la madre y los hijos. El marido no ama a la mujer, “tiene afecto por ella”. A los chinos se les casa muy jóvenes y el problema del amor no se plantea. No comparten las eternas dudas europeas: ¿es amor o no esto que siento?, ¿amo a esta mujer, a este hombre o siento sólo afecto?, ¿amo a ese ser o amo al amor? Tampoco sienten desesperación o dolor cuando descubren que han confundido el amor con las ganas de amar. Un psiquiatra chino consideraría síntomas de locura estas cuestiones. Mientras que en muchos países los matrimonios son concertados previamente, en nuestras sociedades, la base de una institución social básica, la familia, se fundamenta en el amor romántico.El ideal romántico construido culturalmente ofrece al individuo un modelo de conducta amorosa, organizado alrededor de factores sociales y psicológicos; durante nuestra larga socialización aprendemos lo que significa enamorarse, le asociamos a ese estado determinados sentimientos que debemos tener, el cómo, el cuándo, de quién y de quién no... Algunos elementos son prototípicos: inicio súbito (amor a primera vista), sacrificio por el otro, pruebas de amor, fusión con el otro, olvido de la propia vida, expectativas mágicas, como la de encontrar un ser absolutamente complementario (la media naranja), vivir en una simbiosis que se establece cuando los individuos se comportan como si de verdad tuviesen necesidad uno del otro para respirar y moverse, formando así, entre ambos, un todo indisoluble.Este concepto de amor aparece con especial fuerza en la educación sentimental de las mujeres. Para nosotras, vivir el amor ha sido un aspecto que empalidece a todos los demás. Nuestras heroínas literarias como madame Bobary, la Regenta, Julieta, Melibea, la Dama de las Camelias, Ana Karenina...viven el amor como proyecto fundamental de su vida. La escritora Lourdes Ortiz (3) analiza cómo en la mayoría de estas historias vemos que lo que para la protagonista es la vida entera, para el personaje masculino es sólo una parte de su existencia. El amor como proyecto prioritario y sustancial sigue siendo fundamental para muchas mujeres, sin el cual sienten que su existencia carece de sentido.A pesar de los cambios profundos conseguidos en el siglo XX por el movimiento feminista, las mujeres, en mayor medida que los hombres, asumen ese modelo de amor y de romanticismo que nos hace ordenar nuestra biografía y nuestra historia personal en torno a la consecución del amor. Muchas mujeres buscan aún la justificación de su existencia dando al amor un papel vertebrador de la misma, concediéndole más tiempo, más espacio imaginario y real, mientras que los hombres conceden más tiempo y espacio a ser reconocidos y considerados por la sociedad y sus iguales (4).Mientras que, por lo general, solemos elegir a las amistades entre aquellas que más nos gratifican, que más nos respetan y que más compensaciones emocionales y afectivas nos reportan, sin embargo, es posible que nos relacionemos a nivel de pareja con personas que no sólo no nos gratifican, sino que nos llenan de amargura, sufrimiento y daño físico y psíquico. ¿Cómo explicar la persistencia del amor o la relación en estos casos? ¿Cómo se puede amar a quien te mortifica y anula? No es una cuestión de irracionalidad, y me niego a creer que las personas, sobre todo mujeres, que viven estas situaciones son tontas, masoquistas o descerebradas. Es importante que comencemos a explicar esos amores patéticos y llenos de sufrimiento, sacrificios personales y renuncias, sobre todo cuando, en mayor o menos medida, muchas personas han vivido y soportado en sus relaciones de pareja alguna que otra humillación, falta de respeto por sus opciones u opiniones, limitaciones a la libertad, algún que otro desprecio, presiones para hacer esto o lo otro, chantajes e imposiciones

Pilar Sampedro
en El mito del amor y sus consecuencias en los vínculos de pareja

martes, 13 de julio de 2010

Breve y apresurada primera entrada

Aunque a día de hoy pueda parecernos incluso aberrante, los enlaces matrimoniales (concebidos únicamente como enlaces entre una mujer y un hombre) respondieron durante siglos a intereses económicos, políticos y militares de las familias de los contrayentes. No sería hasta el siglo XVIII que comenzó a extenderse la idea de los matrimonios libremente escogidos por los contrayentes por amor y para amarse. Por su parte, el siglo XX es el siglo de la erotización del matrimonio, esto es, se asentó la creencia de que amor y atracción/placer sexual van siempre de la mano. Para las últimas décadas del siglo pasado Occidente había desarrollado un proyecto de relación matrimonial novedoso: matrimonios por amor entre una mujer y un hombre que esperaban satisfacerse mutuamente gran parte de sus necesidades afectivas y todas las sexuales.

A día de hoy la gran mayoría de occidentales nos encontramos o bien intentando realizar este proyecto o bien cuestionando alguno de sus aspectos; cuestionamiento que a menudo realizamos desde sus propios postulados, así por ejemplo:

- cuestionamos la propia institución matrimonial porque “para amar no hacen falta papeles”
- reivindicamos las relaciones amorosas gays y lesbianas porque “igualmente responden a una finalidad amorosa que es la legítima razón de ser del proyecto matrimonial (actualmente defendido como válido y deseable)”
- abogamos por el divorcio porque “un matrimonio en el cual el amor se ha acabado carece de sentido”; “ un matrimonio sin amor resulta contraproducente para los cónyuges y en consecuencia para los hijos”
- afirmamos la necesidad de nuevas formas de relaciones afectivosexuales porque “el matrimonio monógamo e indisoluble se descubre incapaz de satisfacer elevadas expectativas de placeres sexuales a lo largo de toda una vida”; “igualmente parece incapaz de satisfacer de por vida elevadas expectativas afectivas”; “la monogamia implica posesividad y la posesividad es incompatible con el amor”, etcétera.
- cuestionamos los privilegios matrimoniales porque “si bien antaño el matrimonio era una institución con una diversidad de funciones sociales que hacían de la relación matrimonial uno de los pilares de la sociedad, hoy los matrimonio son, básicamente, relaciones orientadas a la mera satisfacción de necesidades afectivas y sexuales del individuo. No se diferencian de otras relaciones sexoafectivas. Nada, entonces, en los actuales matrimonios justifica los privilegios otorgados a quienes deciden contraer matrimonio”; además, desde posturas feministas se desenmascara a la institución matrimonial como uno de los pilares del heteropatriarcado y se defiende que en una sociedad que aspira a la igualdad no podemos seguir manteniéndola en sus privilegios.

En este blog queremos adentrarnos en lo que fueron, están siendo y podrían ser nuestras relaciones afectivosexuales o sexoafectivas. Porque vivimos una época de grandes cambios en la que también nuestras formas de relacionarsnos han sido y, para adaptarnos a las nuevas circunstancias, deben ser modificadas. Pensamos que acercarnos a nuestras realidades y proyectos de ayer y de hoy, las nuestras y las de muchxs otrxs que realizarons elecciones diversas, puede ayudarnos a escoger hacia dónde y cómo queremos ir.