¿De dónde venimos? ¿Por dónde andamos? ¿Hacia dónde podríamos ir?


jueves, 17 de febrero de 2011

Pinceladas en el tiempo

"Sólo en los últimos doscientos años, a medida que otras instituciones económicas y políticas comenzaban a cumplir muchas de las funciones que alguna vez correspondieron al matrimonio, los europeos y norteamericanos empezaron a considerar el matrimonio como una relación personal y privada que debería satisfacer sus deseos emocionales y sexuales. Una vez esto ocurrió, la elección libre llegó a ser la norma social para seleccionar al compañero, el amor se convirtió en la razón principal para casarse y el éxito del matrimonio se midió por su capacidad de satisfacer las necesidades de sus miembros.

Pero cada uno de estos cambios tuvo tanto implicaciones negativas como positivas para la estabilidad del matrimonio entendido como institución. Tan pronto como se impuso el ideal de casarse por amor, sus defensores más entusiastas, empezaron a exigir el derecho a divorciarse en caso de que el amor muriera. Una vez que la gente se convenció de que las familias deberían dar cariño y protección a los hijos en vez de explotar su trabajo plantearon la inquietud de que las consecuencias legales de la ilegitimidad de los hijos eran inhumanas. Y cuando la gente llegó a considerar que la calidad de las relaciones era más importante que las funciones económicas de la institución, algunos hombres y mujeres argumentaron que el amor comprometido de dos personas no casadas, incluyendo las del mismo sexo, merecían al menos el mismo respeto social que un matrimonio formal celebrado por razones mercenarias."

Del libro HISTORIA DEL MATRIMONIO DE STEPHANIE COONTZ

lunes, 30 de agosto de 2010

Conversaciones con lxs maestrxs del amor

¿Es el amor un arte? En tal caso, requiere conocimiento y esfuerzo
Erich Fromm

Decían que bastaba con enamorarse para mantener una relación amorosa con otra persona. Lo difícil sería encontrar a quien nos enamorara y enamorarle, el resto sucedería solo: y fueron felices y comieron perdices. Con el tiempo y algunos desengaños descubrimos que aun sintiendo que nos queremos y deseando querernos es posible mantener relaciones que no calificaríamos precisamente de amorosas. Enamorarse de otra persona es experimentar un deseo, una atracción, una fuerza que nos impulsa hacia ella. Sonreímos tontamente, se nos alegran los días, fantaseamos con ella, nos derretimos, es simplemente maravillosa. Pero, pese al bello y prometedor canto que endulza nuestros días, puede suceder que nos estemos adentrando en una relación no-amorosa. Porque sentirse enamoradxs no necesariamente implica una relación amorosa. No es cierto que lo uno traiga, por su propia naturaleza, lo otro: es posible sentirse enamorada y hacerle la vida imposible a la otra persona, o hacérnosla mutuamente imposible.

Como señalara Erich Fromm en El arte de amar, amar es un arte y “el proceso de aprender un arte puede dividirse convenientemente en dos partes: una, el dominio de la teoría; la otra, el dominio de la practica”.

En lo que a la teoría se refiere, es sin duda cierto aquello de que cada maestrillo tiene su librillo. Seguro que nosotrxs también tenemos el nuestro, más o menos refinado pero propio. Y sin embargo suelen ser muchas las dudas y perplejidades que el amor nos provoca. En esta sección que hoy presentamos- Conversaciones con lxs maestrxs del amor- queremos reunir diferentes propuestas para una relación entre adultas efectivamente amorosa. Cuando decimos efectivamente amorosa queremos decir que no sólo existe un sentimiento amoroso sino que, además, es en la práctica una relación de buen trato. Mantener una relación amorosa- una relación en la que ambas personas sienten afecto y se tratan bien, cuidadosamente- no exige estar enamorada, ni tan siquiera experimentar atracción sexual. Pero en esta sección vamos a ocuparnos sólo de propuestas para relaciones amorosas con personas que nos enamoran.

Lxs actuales occidentales tendemos a pensar que el amor romántico, el amor con quien nos enamoró, es un imperativo de la naturaleza que no podemos desobedecer si pretendemos una vida realmente auténtica y plena. Tan fundamental nos parece que por amor, por ese amor, una persona debería quebrar el hogar de sus hijos, marchar al otro lado del mundo, abandonar proyectos, dejar atrás a los mayores necesitados de la familia. ¿Por qué? ¿Qué hay en este amor que pueda exigir de todxs y cada unx de nosotrxs semejantes rupturas y renuncias?

Quizás no sea más que una fuerza ciega, una locura, que nos demanda renuncias y rupturas mientras nos eleva a las más embriagadoras alturas. De las cuales un mal día caeremos para descubrir lo terrible de su embrujo: todo lo dejamos por él y ahora él nos abandona. Así existen sociedades que describen el enamoramiento como una perturbación peligrosa cuyo encanto es necesario resistir. También nosotrxs nos habremos resistido alguna vez a sus reclamos en la confianza de que el tiempo apaga cualquier arrebato. Pero, en la inmensa mayoría de los casos, no habrá sido convencidxs de lo perjudicial para una buena vida que pudiera ser dejarse llevar por los cánticos de cualquier enamoramiento sino al darnos cuenta de que nos habíamos enamorado de una persona poco recomendable, comprometida con otra, que no nos correspondía o con quien simplemente no nos cuadraban los planes. Porque nosotrxs, lxs actuales occidentales, creemos no tanto en el valor intrínseco del enamoramiento (vivamos sin más esta locura) como en su idoneidad para conducirnos a una vivificante y maravillosa relación íntima, de cuidado, tierna, cotidiana, cómplice, de compañerxs de ruta. Y por los motivos que sean- quizás sólo porque así nos lo contaron, o porque nos hicieron creer que en esa relación encontraríamos la gran dicha y plenitud de nuestras vidas, o porque nos sentimos muy solxs- la gran mayoría encontramos en el enamoramiento y su promesa de nuestra gran compañera de ruta razón y legitimidad suficiente para renunciar y romper otras relaciones, proyectos, compromisos. Aun cuando una y otra vez caigamos luego de nuestro anhelo con el cuerpo lacerado.

Algo hay de exagerado, de imposible, de fantasioso, de irracional en el afán de Occidente por el amor romántico. No obstante, hemos también desarrollado un proyecto que, lo escojamos o no, no deja de resultar sugerente:

Dado que somos animadxs hacia Fulana por una poderosa y seductora fuerza de dulces promesas que exalta nuestros pechos dejémonos llevar por ella, disfrutémosla, vayamos a donde Fulana. Y una vez con Fulana, ¿qué? Una vez con Fulana, decimos los occidentales, embarquémonos juntas en el proyecto de una gran relación amorosa. Porque ya hemos dicho que sentirnos enamoradxs no necesariamente implica que vayamos a mantener una relación que podamos calificar de amorosa. Una cosa es el sentimiento amoroso pero amar es, como dice Erich Fromm, un arte, y también un proyecto: ¿cómo vamos a relacionarnos con esta persona que nos enamora? ¿Cómo queremos tratarnos? ¿Cuáles son nuestras expectativas? ¿Qué queremos de la otra persona y de la relación? ¿Cuáles son nuestros planes de cara al futuro? ¿Qué quiere ella de nosotras y qué estamos dispuestas a darle? ¿Cuáles son nuestras habilidades? ¿Y nuestros defectos e incapacidades? ¿Cómo haremos para lograr los comportamientos y actitudes que queremos cuando resulta que así, sin más, no nos salen? ¿Qué lugar ocupará esta persona en nuestras vidas? ¿Qué podría suponer el fin de nuestra relación? Es respondiendo a estas y similares preguntas que iremos definiendo nuestro proyecto de relación amorosa: cómo queremos relacionarnos y cómo conseguir relacionarnos conforme a nuestras expectativas y pretensiones amorosas. La teoría que señalara Erich Fromm. El librillo de cada maestrillo.

Respecto a la práctica, continúa diciendo Erich Fromm que “una vez adquirido todo ese conocimiento teórico, aun no soy en modo alguno competente en el arte del amor. Sólo llegaré eventualmente a dominarlo después de mucha práctica, hasta que eventualmente los resultados de mi conocimiento teórico y los de mi práctica se fundan en uno, mi intuición, que es la esencia de dominio de cualquier arte”. Porque para aprender a amar es necesario que nos lancemos a intentarlo. Y tratando de amar, esto es, tratando de que nuestra relación con la otra persona sea a la manera amorosa que deseamos, a menudo nos descubriremos habiendo olvidado el propósito/compromiso y desviándonos hacia nuestros egoísmos, nuestras mezquindades, nuestros automatismos no-amorosos o simplemente hacia otros intereses. Enderezar el rumbo, aprender a identificar las piedras en nuestro camino y cómo no tropezarnos nuevamente en las mismas forma parte del aprendizaje.

Próximamente iremos colgando textos de diferentes autores con propuestas, sugerencias, indicaciones, reflexiones para un buen amor.

lunes, 23 de agosto de 2010

Mirando alrededor y más allá del matrimonio

Matrimonios sin amor romántico

Los occidentales creen que el amor debería ser la base del matrimonio. ¿Caracteriza este ideal a la mayoría de las sociedades? Sabemos la respuesta: no. De hecho, en muchos lugares se cree que el amor romántico es un pobre cimiento para el matrimonio y se desalienta enérgicamente. Sin embargo, aunque el amor romántico no sea la base para el matrimonio en todas partes, sí se da en casi todas partes. Un reciente estudio intercultural sugiere que el 88 % de las sociedades del mundo muestra signos de amor romántico- relatos de añoranza personal, canciones de amor o representaciones del amor en el folclore, fugas por amor e historias de amores apasionados contadas a los etnógrafos.

Ember y Ember (Antropología cultural, 1997)

Los na de la China, una sociedad sin matrimonios significativos

Conocemos una sola sociedad en la historia del mundo que no hizo del matrimonio una manera esencial de organizar la vida social y personal: los na de la China. Con esa excepción el matrimonio fue, de un modo u otro, una institución social universal a lo largo de toda la historia de la que tenemos registro.

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En realidad, a pesar de sus diferencias, hay claras similitudes entre todas las instituciones que fueron definidas o celebradas como matrimonios a lo largo de la historia. El matrimonio generalmente determina derechos y obligaciones conectados con la sexualidad, el género, las relaciones con los parientes políticos y la legitimidad de los hijos. También concede a los integrantes derechos y papeles específicos en relación con la sociedad más amplia. Habitualmente define los deberes recíprocos del marido y de la mujer y con frecuencia los deberes de las respectivas familias entre sí y establece la obligatoriedad de esos deberes. Además, permite que la propiedad y el estatus social de la pareja o del jefe del hogar pasen a la próxima generación de manera ordenada.

Pero no hay ninguna sociedad en la que el matrimonio cumpla todas estas funciones. Además, una función que en una sociedad corresponde al matrimonio, en otra sociedad ha estado a cargo de otro mecanismo diferente del matrimonio.

En la década de 1970, la antropóloga Ernestine Friedl señalaba que, en teoría, un grupo de hermanos y hermanas podía cumplir la mayor parte de las funciones del matrimonio. “La procreación”, escribió Friedl, “podía lograrse mediante encuentros sexuales irregulares con hombres y mujeres de otro grupo de hermanos y hermanas y cada grupo se haría cargo de la crianza de los hijos que dieran a luz sus propias hermanas” [....]

Los comentarios de Friedl eran una mera especulación hasta la reciente publicación de un enorme y fascinante estudio sobre los na, una sociedad de alrededor de treinta mil individuos que habitan en la provincia de Yuman, en el sudoeste de la China. Entre los ná, la única sociedad que conocemos en la cual el matrimonio no es una institución significativa, los hermanos y hermanas viven juntos y entre todos crían, educan y mantienen a los hijos que las mujeres dan a luz.

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Entre los na, las relaciones fraternas son mucho más significativas y duraderas que los amoríos o las relaciones sexuales. Cai Hua comprobó que algunos de los hogares de hermanos permanecían unidos durante más de diez generaciones y que los hermanos y hermanas eran prácticamente inseparables, “compañeros para toda la vida”. Sin embargo, éstas no son relaciones incestuosas. En realidad, allí el tabú del incesto es tan poderoso que nadie puede hablar en presencia de sus hermanos o hermanas de cuestiones sexuales, ni siquiera emocionales.

Pero, ¿de dónde vienen entonces los bebés na? En la mayoría de los casos de encuentros románticos casuales, llamados nan-sese que significa “visitar furtivamente”. La visita furtiva, una cita sexual que se produce de noche, es la forma más común de relación sexual en la sociedad na. Sus convenciones muestran hasta qué punto son menos importantes en esta sociedad las relaciones sexuales que los lazos fraternos o entre madre e hijo. Lo habitual es que el visitante llegue demasiado tarde por la noche para participar de la comida o de alguna interacción social y se quede apartado en un rincón esperando a que los miembros de la familia se retiren.

Algunas parejas practican una relación más pública, la “visita conspicua”. En ese caso el hombre llega más temprano a casa de la mujer y lo hace de manera más abierta y regular que cuando se trata de un encuentro de sexo casual. Pero incluso en estas relaciones más estables ninguno de los miembros de la pareja adquiere cualquier obligación con el otro. Son los hermanos y no los esposos quienes reúnen los recursos económicos y cooperan en la crianza de los niños. Si la familia de una mujer necesita más hijos, niños o niñas, el grupo de hermanos normalmente los adopta de otro grupo de hermanos.

Aun en los casos muy raros en los que una pareja viva bajo un mismo techo, las relaciones legales y las identidades de los dos individuos no varían y lo más extraordinario es que ni siquiera esa convivencia determina ninguna relación con las respectivas familias de origen. Las familias de la pareja no se sienten vinculadas entre sí por ningún lazo.

[....] Lo cierto es que esa sociedad deja claramente establecida una cuestión: el matrimonio no es la única manera de imponer el tabú del incesto, de organizar la crianza de los niños, de reunir recursos, de cuidar de los ancianos, de coordinar la producción del hogar o de transmitir las propiedades a la generación siguiente. Sin embargo, es la única manera de adquirir parientes políticos. Y desde el despuntar de la civilización adquirir parientes políticos fue una de las funciones más importantes del matrimonio.

Sólo muy recientemente dejaron los padres y otros parientes de hacer sustanciales especulaciones materiales sobre el casamiento o la duración del matrimonio de los individuos. Este cambio histórico que se produjo en todo el mundo permitió que las parejas modernas ya no estuvieran obligadas a aceptar que sus parientes les indicaran cómo deberían manejar sus vidas. Esta independencia sin precedentes de la pareja casada con respecto a los parientes propios y políticos ofreció la posibilidad de construir relaciones más satisfactorias que las del pasado, pero también tuvo una parte determinante en la crisis del matrimonio moderno.

Sthephanie Coontz (La historia del matrimonio, 2005)

domingo, 15 de agosto de 2010

¿Podemos amar a más de una persona?

Durante un tiempo mantuve una relación afectivosexual con una chica que a su vez mantenía una relación de pareja con otra. Yo era algo así como la amante, aparte de su ex novia. Ella dramatizaba de vez en cuando: no le deseo a nadie querer a dos como quiero yo! Porque lo cierto es que su nueva novia creía mantener una relación monógama. Lo creía a medias, esto es, lo deseaba al tiempo que le iban llegando noticias de mi existencia. Fue entonces cuando le planteó a mi amante y ex novia una propuesta que a mí me pareció muy de sentido común: si quieres jugar a este juego jugamos las dos. Ella no quiso. Porque quería querernos a las dos, sí, pero que su favorita, la novia, sólo estuviera con ella. A ser posible que también yo sólo estuviera con ella. Y si alguna otra quería unirse a su harén libre era de hacerlo. Su respuesta: jurar y perjurarle a la novia que yo había desaparecido del mapa mientras conmigo todo siguió como si nada. Fue entonces, ante los embistes de la culpa, que se inició en el drama: no le deseo a nadie querer a dos como quiero yo!

Supongo que a ella la pregunta de arriba no le suscitaría la más mínima duda: sí, es posible amar a más de una persona. También supongo que son muchas las personas que calificarían su actitud y decisiones de egoístas. Seguramente lo fueron. Pero un poco más allá, sin ese egoísmo, puede situarse lo que viene llamándose poliamor.

Quizás sea un término que no nos dice nada, de hecho, a día de hoy y por aquí cerca, las redes poliamorosas son pequeñas y escasas. Sin embargo, es el término de referencia de un movimiento social significativo en los EEUU durante las últimas décadas. Término, por otro lado, en discusión que genera no pocas discrepancias sobre su significado. Pero nos atreveremos a decir que el poliamor consiste en mantener simultáneamente más de una relación duradera, amorosa e íntima, no necesariamente sexual, con el conocimiento y consentimiento de todas las personas implicadas. Lo que según suelen señalar sus practicantes diferencia al poliamor de otros estilos de relación no monógamos es el énfasis en el amor. El propio término así lo da a entender: poli, muchos, que procede del griego y amor del latín. Muchos amores.

Cuando se trata de relaciones amorosas no sexuales suele indicársele a la poliamorosx que “ah, entonces lo que sois es buenxs amigxs”. Pero las personas que se identifican como poliamorosxs no comparten esta conclusión. Algunas de ellas establecen fronteras claras entre sus relaciones de amistad ordinarias y sus relaciones amorosas no sexuales. Quizás por los compromisos que se adquieren o los espacios y tiempos que se comparten. Lxs hay que por ejemplo hablan de familia de elección. Otras consideran que la diferencia no es cualitativa sino cuantitativa, cuestión de intensidad. De lo que no cabe ninguna duda es de que el poliamor desdibuja nuestras habituales fronteras entre amistad y pareja: amistades sexuales, parejas sin sexo, relaciones que se sitúan en la frontera, allá donde quizás creíamos que no debería haber nada.

En lo que al sexo esporádico y orientado al placer se refiere, los poliamorosxs adoptan posiciones diversas. Lxs hay que no sólo centran sus relaciones en el amor sino que además intentan diferenciar el poliamor de aquellas otras formas de relación no monógamas que incluyen lo que solemos llamar el sexo por el sexo como podrían ser por ejemplo los swingers (intercambio de parejas para disfrutar del sexo con otras personas) o todas aquellas otras que mantienen una diversidad de relaciones puramente sexuales. Algunxs de estxs poliamorosxs pueden llegar a pensar y presentar el poliamor en términos de bueno y ético mientras interpretan el sexo casual o a lxs swingers como, en cierto modo, erradxs. Otrxs poliamorosxs critican esta tendencia que viene observándose dentro del movimiento de dejar fuera del poliamor a lxs swingers, el sexo casual y la promiscuidad. Advierten de que responde a una estrategia orientada a la aceptación social que consiste en eliminar del poliamor las transgresiones más molestas al adoptar como propio el viejo esquema conforme al cual: relaciones amorosas = buenas y éticas mientras que relaciones sexuales = malas e indeseables.

ESTILOS POLIAMOROSOS

Dentro de lo que se llama poliamor suelen encuadrarse distintos acuerdos y estilos de relación, entre ellos y sin ánimo de ser exhaustivx:

- Redes de relaciones conexas: cada persona mantiene varias relaciones en diversos grados de importancia con diversas personas. A veces se diferencia entre relaciones primarias, secundarias e incluso terciarias en función del grado de intimidad y compromiso que se mantenga con las distintas personas.

- Matrimonio grupal: grupos de tres o más personas que se consideran casadas las unas con las otras. Estos grupos matrimoniales pueden compartir un mismo hogar, habiendo o no hijxs, y realizando un reparto de tareas y gastos. Asimismo, pueden ser grupos sexualmente exclusivos o abiertos, esto es, el sexo puede limitarse a lxs integrantes del grupo o pueden estar abiertxs a contactos sexuales con otras personas ajenas al grupo.

- Poligamia (poliginia y poliandria): régimen familiar en el cual una persona está casada con varias otras, las cuales pueden mantener o no relaciones entre sí.

- Arreglos geométricos: se describe por el número de personas involucradas y su relación de conexión. Por ejemplo, "Trío" y "Cuadra", tanto como en geometrías “V”, “N” y “W”, donde el vértice llamado “pivote” corresponde al individuo que tiene dos conexiones.

VALORES DEL POLIAMOR


Para muchas de las personas que se identifican como poliamorosas, el poliamor consiste en una forma ética y responsable de practicar la no-monogamia. El poliamor responsable sería aquel en el que las distintas personas se expresan y muestran con honestidad al tiempo que negocian y respetan los términos en los que desean y deciden relacionarse. Suele sucedernos a los seres humanos que no siempre nos compartamos conforme a nuestros ideales éticos, a veces porque no queremos, otras porque no podemos o no sabemos, o no todavía, pero ello no resta importancia al hecho de que desde el poliamor se defiende y describe una forma ética de practicar la no-monogamia. Esta se fundamentaría en los siguientes valores: honestidad, comunicación, consenso, fidelidad (entendida como honestidad, cercanía, respeto a los acuerdos adoptados), compersion (sería lo contrario a los celos y consistiría en experimentar satisfacción ante el placer que aquellxs que amamos experimentan compartiéndose y amando a otrxs), responsabilidad.

Dicho lo ya escrito, únicamente apuntar que, al igual que sucede con la monogamia y con quienes optan por ella, también con el poliamor y con quienes optan por él sucede que cada persona y sus relaciones son un mundo.

lunes, 9 de agosto de 2010

La soledad de Occidente y la relación de pareja

Occidente es hoy una tierra de solitarias y soledades en donde la relación de pareja se concibe a menudo como un oasis de compañía y, quizás también, de vida plena. Al menos así la fantasea Andrea. “Sobre todo me siento sola”. Las amigas de Andrea están en su mayoría emparejadas o absorbidas por sus trabajos y rutinas diarias. “Ya no es como cuando éramos más jóvenes”. Las compañeras de trabajo son sólo compañeras de trabajo, con la familia no tiene mucha relación. En su edificio vive otra gente, también en su barrio, pero apenas si saluda a algunas, hablar no habla con nadie. La ciudad es un escenario de libertades que, en muchos casos, sin nadie que se interese profundamente por ellas, sin nadie que inspire un interés cotidiano e intenso, se sienten solas. “Ojala conociera a alguien”, piensa Andrea al cerrar tras de sí la puerta de su casa y enfrentar el silencio de su hogar.

El llamado amor de pareja promete compañía, plenitud, alegría, aventura, lujuria, diversión, planes de domingo, seguridad, reposo, intimidad, poder ser una misma, intensidad, sentirse viva. Hay mucho y variado: el amor traerá todo aquello que en este momento necesitemos. El paraíso en vida.

No obstante, una vez nos emparejamos y se acaba la pasión, la vida en rosa, los estómagos repletos de punzantes mariposas, nos hacemos conscientes de que la vida en pareja no necesariamente es mejor (ni peor) que otras formas de organizar la vida, los afectos, la sexualidad. Aún así, si decidiéramos romper nuestra relación, es probable que muchas volviéramos a anhelar un paraíso de amor y pareja. Quizás porque es más sencillo soportar los reveses de la vida diaria cuando podemos soñar con un paraíso que algún día habitaremos.

La relación de pareja es, además, para una inmensa mayoría, un estilo de vida. El estilo de vida amor-pareja-sexual.

Estilo de vida amor-pareja-sexual = una persona entra en nuestras vidas a golpe de enamoramiento o encoñamiento. Ayer quizás ni la conocíamos, hoy ocupa la mayor parte de nuestros pensamientos. Una fuerza nos empuja hacia ella, nos atrae, deseamos su presencia. Hasta aquí nada hemos hecho para que así sea. Simplemente nos está sucediendo. Entonces nos lanzamos a desarrollar nuestro proyecto de vida amor-pareja-sexual:

Cita tras cita vamos reorganizando nuestra vida para ofrecer a esta persona un lugar prioritario en ella. Nos esforzamos para ir compatibilizando nuestros horarios, nuestras amistades, nuestras aficiones. Hacemos de ella nuestra mejor amiga, la gran confidente, porque con ella sí puedo ser yo misma. Compartimos vacaciones (que previamente hemos hecho coincidir) y negociamos destinos. De mantener relación con padres y demás parientes, nos presentamos mutuamente a nuestras familias como el nuevo miembro de la familia y para mí el más importante. O envalentonadas por nuestro sentir nos enfrentamos a toda la parentela: decidme lesbiana, bollera, tortillera, gay, maricón, lo que queráis, pero esta es la persona que amo y nadie podrá separarme jamás de ella. Decidimos compartir piso y gastos, quizás también coche u otras posesiones. Incluso puede parecernos que ha llegado el momento de lanzarnos conjuntamente a la maternidad. Por su parte, la pasión, un día tras otro, va disminuyendo pero rogamos para que el sexo continúe siendo bueno, eternamente satisfactorio, porque sin sexo no hay orgasmo y sin orgasmo (pensamos) no será una buena compañera de ruta (¿?).

Nos encontramos entonces viviendo como tanta otra gente. Organizando nuestros afectos y sexualidad a la manera de la mayoría. Quizás porque nos creímos que el estilo de vida amor-pareja-sexual era El Camino, el Buen Camino, el Mejor Camino. Es posible. No obstante, ¿mejor para quién? ¿Con quién? ¿En qué circunstancias y momentos de su vida? ¿Desde qué perspectivas y valores? ¿Compatible con cuales proyectos? ¿Es/era realmente el único camino o el mejor camino a nuestro alcance?

martes, 27 de julio de 2010

Amar es un trabajo (Dominique Simonnet)

Usted habla del amor como de una construcción, como de un trabajo por realizar

Dominique Simonnet: Así lo pienso: amar es un trabajo. Quiero decir una acción, una voluntad, una atención. Hay que hacer el aprendizaje del corazón en el amor, en la vida, en el tiempo. Como la de la gravedad, las leyes del amor no se pueden cambiar. Si un vaso se cae, se quiebra...Si te enamoras, te sentirás atraído por el otro...Pero esas fuerzas se pueden utilizar en provecho propio. Los aviones vuelan y los cohetes suben a pesar de la gravitación, que nunca cesa. Con el amor ocurre lo mismo: se puede hacer durar el amor, a pesar del deseo, que se transforma.

Hay que querer amar, en suma

Amar es también una decisión. En la vida de pareja hay crisis, depresiones, caprichos, éxitos, euforias...A cada uno corresponde trabajar para tener conciencia de esos diferentes estados, decidir si se desea que dure la relación y, si tal es el caso, actuar para superar las tempestades. Esta total libertad para amar, que nuestros antepasados no tuvieron, nos impone, justamente, la construcción de nuestro amor. Nadie lo puede hacer por nosotros. Uno de los personajes de mi libro La conversación amorosa propone esta definición: amor es eso que existe entre dos individuos capaces de vivir juntos sin matarse.

Una definición bastante minimalista

Sin matarse simbólicamente, en todo caso. Pues la vida en común no es más fácil que la soledad. En muchas parejas, la relación de fuerzas verdaderamente mata la personalidad de uno y otro y probablemente el amor. Asesinato simbólico es reducir a cero “el espacio de posibilidades” de alguien. Este respeto del otro es un trabajo. La idea incluso está integrada en la ley: los padres están obligados a ayudar a sus hijos a estudiar, a abrirse camino en la vida. La emancipación de las mujeres les ha permitido ampliar su espacio más allá del círculo privado. Al mismo tiempo, el riesgo es fortalecer el individualismo y el egoísmo. Por eso existe la necesidad de una educación no sólo sexual sino moral, que no se limite a los interdictos sino que vaya en dirección positiva, en busca del bien. Se debería enseñar a los niños a preguntarse por lo que quieren hacer con su vida y al mismo tiempo enfrentar la vida de los otros, a encontrar “el bien supremo” de que hablan los filósofos.

FIELES E INFIELES

Embriagados por nuestra libertad de amar, nos habríamos vuelto demasiado caprichosos. ¿Habría que volver a aprender el cultivo de la fidelidad?

Creo que hay que querer amar. El compañero que se tiene no siempre es el mejor que se podría tener. Conservarlo, amarlo, es arbitrario y no óptimo. Amar es, pues, también una decisión, una elección. Denis de Rougemont escribió en 1923: “La fidelidad se sitúa a contracorriente de los valores que hoy todos veneran, se ha convertido en el más profundo de los inconformismos.” Se desprende una fuerza extraordinaria de una vieja pareja que ha sabido hacer vivir su amor. Creo que cualquiera envidiaría eso, pero es excepcional. Hay que hacer el esfuerzo.

Usted propone una forma de voluntarismo individual al servicio del amor

La voluntad ocupa un lugar decisivo en mi visión del mundo. No la creo todopoderosa pero me parece que es, en sí, una fuerza y una alegría. Aprender a interrogarse, a delimitar el deseo, ya es hallar la vida propia. Resulta crucial en nuestra libertad de vida. Antaño las mujeres eran como objetos, se las vendía en nombre del interés patrimonial, pasaban de la autoridad del padre a la del marido. Hoy son libres, disponen de las herramientas de esa libertad (progresos médicos que aportan bienestar físico y moral; asistencia sicológica, mediaciones de todo tipo) y sólo se puede afirmar en sí mismas. De hecho, vivimos una época extraordinaria para el amor. A cada uno le corresponde inventarlo.

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Se ocultan las horas de esfuerzo necesarias para llegar allí.

Lo mismo ocurre con el amor. No se disfruta de él sin esfuerzo. Nos asedian con consejos sobre la sexualidad, pero se deja en una penumbra misteriosa el campo completo de los sentimientos. Y bien, hay que decirlo y repetirlo: el amor no es una empresa fácil. Por lo demás creo que es un error esperarlo todo de él. Me parece que una gran parte de la felicidad no viene del amor. Esto es algo que hoy se prefiere no escuchar, pero sin embargo el amor no siempre te hace feliz, también hay otras cosas (otros juegos, otras actividades, otras creaciones...) que pueden reportar felicidad.

Esta idea de “construir” el amor puede resultar peligrosa. A menudo uno se equivoca al comprometerse, se proyecta en una persona la imagen ideal que se tiene en la cabeza, se miente a uno mismo, se construye una ilusión. Y no se ama a la otra persona, sino a la idea que se tiene del amor.

Es un peligro, en efecto. Pues siempre se encuentra a un(a) desconocido(a). Hace falta años para descubrirlo...Recuerdo la frase de Thomas Mann “Ningún hombre que se conoce a sí mismo sigue siendo el que era”. Estamos cambiando de continuo, física y espiritualmente. Y no es inocuo vivir con alguien: el otro también te cambia, y tú le cambias. Es una evolución conjunta. Si su influjo es malo, si hace de ti alguien que no te gusta, esto puede ser una razón para prescindir de él. Si es bueno, se puede intentar la construcción de una vida atractiva.

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APRENDAMOS A AMAR

Hoy nos cuesta aceptar el fracaso o la ausencia. Queremos guerras sin muertos. Y amor sin heridas.

Sí, parece que somos exigentes. Nos falta un solo objeto y ya estamos contrariados. Vivimos con la esperanza de un amor con cero defectos, de un matrimonio sin fracasos. Nuestra liberta es inmensa y también nuestro afán de felicidad. Entonces las desilusiones nos parecen insoportables. Sin embargo cada generación ha tenido que aceptar ciertos esfuerzos, ciertos sufrimientos, sus derrotas. Piense en todos esos jóvenes que tenían veinte años y murieron en las trincheras entre 1914 y 1918 en nombre de la patria, o en esas mujeres que se han sacrificado en nombre de su familia. Cada generación encuentra un diferente estado del mundo, un campo de posibilidades limitado y la forma de su vida. Los jóvenes de hoy tendrán que vivir en una sociedad de vuelta de sus revoluciones y quizás dispuesta a iniciar otras. Los niños de hoy, forjados en libertad, quizás tendrán una fuerza nueva en sí mismos.

Esperemos que así sea. Están enfrentados, en todo caso, al desconcierto que resulta de esta nueva libertad. Al final de nuestra historia nos encontramos, entonces, tan perplejos como al comienzo. El amor, tan propio del hombre, como decía el historiador de la prehistoria Jean Courtin, continúa inasible y se nos desliza entre los dedos como un puñado de arena, Y estamos solos ante nuestras incertidumbres y nuestras audacias. Solos frente a nuestras desilusiones o nuestras pasiones.

La libertad es difícil. Hay que escoger, es decir, renunciar, hay que atreverse a no complacer, a decir no, a no conocer, a superar ese temor a los otros, temor terrible que te arrastra al conformismo. Los lobos gritan y tú gritas. Los lobos duermen y tú duermes...Construir una persona es un trabajo constante. Decía Michel Foucault “Trabajar es mantenerse en la duda y la inquietud”. Aunque agotadora, creo que es la nueva postura mental...”Nunca se ha tomado a broma el amor”, resumía usted al comienzo de esta obra. Esta formula vale también para nuestra época. Se nos querría hacer creer que ya somos ligeros, casi indiferentes. No es cierto: el amor sigue siendo una cosa importante, seria. Pero soy menos pesimista que usted. Creo que el que ama es como un equilibrista en la cuerda floja: la empresa parece imposible pero un día llega el equilibrio. Durante toda la vida hay que aprender a vivir y a morir. Aprendamos también a amar.


En LA HISTORIA MAS BELLA DEL AMOR
de VV.AA.

lunes, 19 de julio de 2010

El mito del amor pasional

Una construcción de Occidente

El mito del amor pasional es una construcción de Occidente. En Oriente y en la Grecia contemporánea de Platón el amor es concebido como placer, como simple voluptuosidad física. Y la pasión, en su sentido trágico y doloroso, no solamente es escasa, sino que además, y sobre todo, es despreciada por la moral corriente como una enfermedad frenética.El concepto de amor no existe en China. El verbo amar es empleado sólo para definir las relaciones entre la madre y los hijos. El marido no ama a la mujer, “tiene afecto por ella”. A los chinos se les casa muy jóvenes y el problema del amor no se plantea. No comparten las eternas dudas europeas: ¿es amor o no esto que siento?, ¿amo a esta mujer, a este hombre o siento sólo afecto?, ¿amo a ese ser o amo al amor? Tampoco sienten desesperación o dolor cuando descubren que han confundido el amor con las ganas de amar. Un psiquiatra chino consideraría síntomas de locura estas cuestiones. Mientras que en muchos países los matrimonios son concertados previamente, en nuestras sociedades, la base de una institución social básica, la familia, se fundamenta en el amor romántico.El ideal romántico construido culturalmente ofrece al individuo un modelo de conducta amorosa, organizado alrededor de factores sociales y psicológicos; durante nuestra larga socialización aprendemos lo que significa enamorarse, le asociamos a ese estado determinados sentimientos que debemos tener, el cómo, el cuándo, de quién y de quién no... Algunos elementos son prototípicos: inicio súbito (amor a primera vista), sacrificio por el otro, pruebas de amor, fusión con el otro, olvido de la propia vida, expectativas mágicas, como la de encontrar un ser absolutamente complementario (la media naranja), vivir en una simbiosis que se establece cuando los individuos se comportan como si de verdad tuviesen necesidad uno del otro para respirar y moverse, formando así, entre ambos, un todo indisoluble.Este concepto de amor aparece con especial fuerza en la educación sentimental de las mujeres. Para nosotras, vivir el amor ha sido un aspecto que empalidece a todos los demás. Nuestras heroínas literarias como madame Bobary, la Regenta, Julieta, Melibea, la Dama de las Camelias, Ana Karenina...viven el amor como proyecto fundamental de su vida. La escritora Lourdes Ortiz (3) analiza cómo en la mayoría de estas historias vemos que lo que para la protagonista es la vida entera, para el personaje masculino es sólo una parte de su existencia. El amor como proyecto prioritario y sustancial sigue siendo fundamental para muchas mujeres, sin el cual sienten que su existencia carece de sentido.A pesar de los cambios profundos conseguidos en el siglo XX por el movimiento feminista, las mujeres, en mayor medida que los hombres, asumen ese modelo de amor y de romanticismo que nos hace ordenar nuestra biografía y nuestra historia personal en torno a la consecución del amor. Muchas mujeres buscan aún la justificación de su existencia dando al amor un papel vertebrador de la misma, concediéndole más tiempo, más espacio imaginario y real, mientras que los hombres conceden más tiempo y espacio a ser reconocidos y considerados por la sociedad y sus iguales (4).Mientras que, por lo general, solemos elegir a las amistades entre aquellas que más nos gratifican, que más nos respetan y que más compensaciones emocionales y afectivas nos reportan, sin embargo, es posible que nos relacionemos a nivel de pareja con personas que no sólo no nos gratifican, sino que nos llenan de amargura, sufrimiento y daño físico y psíquico. ¿Cómo explicar la persistencia del amor o la relación en estos casos? ¿Cómo se puede amar a quien te mortifica y anula? No es una cuestión de irracionalidad, y me niego a creer que las personas, sobre todo mujeres, que viven estas situaciones son tontas, masoquistas o descerebradas. Es importante que comencemos a explicar esos amores patéticos y llenos de sufrimiento, sacrificios personales y renuncias, sobre todo cuando, en mayor o menos medida, muchas personas han vivido y soportado en sus relaciones de pareja alguna que otra humillación, falta de respeto por sus opciones u opiniones, limitaciones a la libertad, algún que otro desprecio, presiones para hacer esto o lo otro, chantajes e imposiciones

Pilar Sampedro
en El mito del amor y sus consecuencias en los vínculos de pareja