¿De dónde venimos? ¿Por dónde andamos? ¿Hacia dónde podríamos ir?


lunes, 9 de agosto de 2010

La soledad de Occidente y la relación de pareja

Occidente es hoy una tierra de solitarias y soledades en donde la relación de pareja se concibe a menudo como un oasis de compañía y, quizás también, de vida plena. Al menos así la fantasea Andrea. “Sobre todo me siento sola”. Las amigas de Andrea están en su mayoría emparejadas o absorbidas por sus trabajos y rutinas diarias. “Ya no es como cuando éramos más jóvenes”. Las compañeras de trabajo son sólo compañeras de trabajo, con la familia no tiene mucha relación. En su edificio vive otra gente, también en su barrio, pero apenas si saluda a algunas, hablar no habla con nadie. La ciudad es un escenario de libertades que, en muchos casos, sin nadie que se interese profundamente por ellas, sin nadie que inspire un interés cotidiano e intenso, se sienten solas. “Ojala conociera a alguien”, piensa Andrea al cerrar tras de sí la puerta de su casa y enfrentar el silencio de su hogar.

El llamado amor de pareja promete compañía, plenitud, alegría, aventura, lujuria, diversión, planes de domingo, seguridad, reposo, intimidad, poder ser una misma, intensidad, sentirse viva. Hay mucho y variado: el amor traerá todo aquello que en este momento necesitemos. El paraíso en vida.

No obstante, una vez nos emparejamos y se acaba la pasión, la vida en rosa, los estómagos repletos de punzantes mariposas, nos hacemos conscientes de que la vida en pareja no necesariamente es mejor (ni peor) que otras formas de organizar la vida, los afectos, la sexualidad. Aún así, si decidiéramos romper nuestra relación, es probable que muchas volviéramos a anhelar un paraíso de amor y pareja. Quizás porque es más sencillo soportar los reveses de la vida diaria cuando podemos soñar con un paraíso que algún día habitaremos.

La relación de pareja es, además, para una inmensa mayoría, un estilo de vida. El estilo de vida amor-pareja-sexual.

Estilo de vida amor-pareja-sexual = una persona entra en nuestras vidas a golpe de enamoramiento o encoñamiento. Ayer quizás ni la conocíamos, hoy ocupa la mayor parte de nuestros pensamientos. Una fuerza nos empuja hacia ella, nos atrae, deseamos su presencia. Hasta aquí nada hemos hecho para que así sea. Simplemente nos está sucediendo. Entonces nos lanzamos a desarrollar nuestro proyecto de vida amor-pareja-sexual:

Cita tras cita vamos reorganizando nuestra vida para ofrecer a esta persona un lugar prioritario en ella. Nos esforzamos para ir compatibilizando nuestros horarios, nuestras amistades, nuestras aficiones. Hacemos de ella nuestra mejor amiga, la gran confidente, porque con ella sí puedo ser yo misma. Compartimos vacaciones (que previamente hemos hecho coincidir) y negociamos destinos. De mantener relación con padres y demás parientes, nos presentamos mutuamente a nuestras familias como el nuevo miembro de la familia y para mí el más importante. O envalentonadas por nuestro sentir nos enfrentamos a toda la parentela: decidme lesbiana, bollera, tortillera, gay, maricón, lo que queráis, pero esta es la persona que amo y nadie podrá separarme jamás de ella. Decidimos compartir piso y gastos, quizás también coche u otras posesiones. Incluso puede parecernos que ha llegado el momento de lanzarnos conjuntamente a la maternidad. Por su parte, la pasión, un día tras otro, va disminuyendo pero rogamos para que el sexo continúe siendo bueno, eternamente satisfactorio, porque sin sexo no hay orgasmo y sin orgasmo (pensamos) no será una buena compañera de ruta (¿?).

Nos encontramos entonces viviendo como tanta otra gente. Organizando nuestros afectos y sexualidad a la manera de la mayoría. Quizás porque nos creímos que el estilo de vida amor-pareja-sexual era El Camino, el Buen Camino, el Mejor Camino. Es posible. No obstante, ¿mejor para quién? ¿Con quién? ¿En qué circunstancias y momentos de su vida? ¿Desde qué perspectivas y valores? ¿Compatible con cuales proyectos? ¿Es/era realmente el único camino o el mejor camino a nuestro alcance?