¿De dónde venimos? ¿Por dónde andamos? ¿Hacia dónde podríamos ir?


lunes, 30 de agosto de 2010

Conversaciones con lxs maestrxs del amor

¿Es el amor un arte? En tal caso, requiere conocimiento y esfuerzo
Erich Fromm

Decían que bastaba con enamorarse para mantener una relación amorosa con otra persona. Lo difícil sería encontrar a quien nos enamorara y enamorarle, el resto sucedería solo: y fueron felices y comieron perdices. Con el tiempo y algunos desengaños descubrimos que aun sintiendo que nos queremos y deseando querernos es posible mantener relaciones que no calificaríamos precisamente de amorosas. Enamorarse de otra persona es experimentar un deseo, una atracción, una fuerza que nos impulsa hacia ella. Sonreímos tontamente, se nos alegran los días, fantaseamos con ella, nos derretimos, es simplemente maravillosa. Pero, pese al bello y prometedor canto que endulza nuestros días, puede suceder que nos estemos adentrando en una relación no-amorosa. Porque sentirse enamoradxs no necesariamente implica una relación amorosa. No es cierto que lo uno traiga, por su propia naturaleza, lo otro: es posible sentirse enamorada y hacerle la vida imposible a la otra persona, o hacérnosla mutuamente imposible.

Como señalara Erich Fromm en El arte de amar, amar es un arte y “el proceso de aprender un arte puede dividirse convenientemente en dos partes: una, el dominio de la teoría; la otra, el dominio de la practica”.

En lo que a la teoría se refiere, es sin duda cierto aquello de que cada maestrillo tiene su librillo. Seguro que nosotrxs también tenemos el nuestro, más o menos refinado pero propio. Y sin embargo suelen ser muchas las dudas y perplejidades que el amor nos provoca. En esta sección que hoy presentamos- Conversaciones con lxs maestrxs del amor- queremos reunir diferentes propuestas para una relación entre adultas efectivamente amorosa. Cuando decimos efectivamente amorosa queremos decir que no sólo existe un sentimiento amoroso sino que, además, es en la práctica una relación de buen trato. Mantener una relación amorosa- una relación en la que ambas personas sienten afecto y se tratan bien, cuidadosamente- no exige estar enamorada, ni tan siquiera experimentar atracción sexual. Pero en esta sección vamos a ocuparnos sólo de propuestas para relaciones amorosas con personas que nos enamoran.

Lxs actuales occidentales tendemos a pensar que el amor romántico, el amor con quien nos enamoró, es un imperativo de la naturaleza que no podemos desobedecer si pretendemos una vida realmente auténtica y plena. Tan fundamental nos parece que por amor, por ese amor, una persona debería quebrar el hogar de sus hijos, marchar al otro lado del mundo, abandonar proyectos, dejar atrás a los mayores necesitados de la familia. ¿Por qué? ¿Qué hay en este amor que pueda exigir de todxs y cada unx de nosotrxs semejantes rupturas y renuncias?

Quizás no sea más que una fuerza ciega, una locura, que nos demanda renuncias y rupturas mientras nos eleva a las más embriagadoras alturas. De las cuales un mal día caeremos para descubrir lo terrible de su embrujo: todo lo dejamos por él y ahora él nos abandona. Así existen sociedades que describen el enamoramiento como una perturbación peligrosa cuyo encanto es necesario resistir. También nosotrxs nos habremos resistido alguna vez a sus reclamos en la confianza de que el tiempo apaga cualquier arrebato. Pero, en la inmensa mayoría de los casos, no habrá sido convencidxs de lo perjudicial para una buena vida que pudiera ser dejarse llevar por los cánticos de cualquier enamoramiento sino al darnos cuenta de que nos habíamos enamorado de una persona poco recomendable, comprometida con otra, que no nos correspondía o con quien simplemente no nos cuadraban los planes. Porque nosotrxs, lxs actuales occidentales, creemos no tanto en el valor intrínseco del enamoramiento (vivamos sin más esta locura) como en su idoneidad para conducirnos a una vivificante y maravillosa relación íntima, de cuidado, tierna, cotidiana, cómplice, de compañerxs de ruta. Y por los motivos que sean- quizás sólo porque así nos lo contaron, o porque nos hicieron creer que en esa relación encontraríamos la gran dicha y plenitud de nuestras vidas, o porque nos sentimos muy solxs- la gran mayoría encontramos en el enamoramiento y su promesa de nuestra gran compañera de ruta razón y legitimidad suficiente para renunciar y romper otras relaciones, proyectos, compromisos. Aun cuando una y otra vez caigamos luego de nuestro anhelo con el cuerpo lacerado.

Algo hay de exagerado, de imposible, de fantasioso, de irracional en el afán de Occidente por el amor romántico. No obstante, hemos también desarrollado un proyecto que, lo escojamos o no, no deja de resultar sugerente:

Dado que somos animadxs hacia Fulana por una poderosa y seductora fuerza de dulces promesas que exalta nuestros pechos dejémonos llevar por ella, disfrutémosla, vayamos a donde Fulana. Y una vez con Fulana, ¿qué? Una vez con Fulana, decimos los occidentales, embarquémonos juntas en el proyecto de una gran relación amorosa. Porque ya hemos dicho que sentirnos enamoradxs no necesariamente implica que vayamos a mantener una relación que podamos calificar de amorosa. Una cosa es el sentimiento amoroso pero amar es, como dice Erich Fromm, un arte, y también un proyecto: ¿cómo vamos a relacionarnos con esta persona que nos enamora? ¿Cómo queremos tratarnos? ¿Cuáles son nuestras expectativas? ¿Qué queremos de la otra persona y de la relación? ¿Cuáles son nuestros planes de cara al futuro? ¿Qué quiere ella de nosotras y qué estamos dispuestas a darle? ¿Cuáles son nuestras habilidades? ¿Y nuestros defectos e incapacidades? ¿Cómo haremos para lograr los comportamientos y actitudes que queremos cuando resulta que así, sin más, no nos salen? ¿Qué lugar ocupará esta persona en nuestras vidas? ¿Qué podría suponer el fin de nuestra relación? Es respondiendo a estas y similares preguntas que iremos definiendo nuestro proyecto de relación amorosa: cómo queremos relacionarnos y cómo conseguir relacionarnos conforme a nuestras expectativas y pretensiones amorosas. La teoría que señalara Erich Fromm. El librillo de cada maestrillo.

Respecto a la práctica, continúa diciendo Erich Fromm que “una vez adquirido todo ese conocimiento teórico, aun no soy en modo alguno competente en el arte del amor. Sólo llegaré eventualmente a dominarlo después de mucha práctica, hasta que eventualmente los resultados de mi conocimiento teórico y los de mi práctica se fundan en uno, mi intuición, que es la esencia de dominio de cualquier arte”. Porque para aprender a amar es necesario que nos lancemos a intentarlo. Y tratando de amar, esto es, tratando de que nuestra relación con la otra persona sea a la manera amorosa que deseamos, a menudo nos descubriremos habiendo olvidado el propósito/compromiso y desviándonos hacia nuestros egoísmos, nuestras mezquindades, nuestros automatismos no-amorosos o simplemente hacia otros intereses. Enderezar el rumbo, aprender a identificar las piedras en nuestro camino y cómo no tropezarnos nuevamente en las mismas forma parte del aprendizaje.

Próximamente iremos colgando textos de diferentes autores con propuestas, sugerencias, indicaciones, reflexiones para un buen amor.

lunes, 23 de agosto de 2010

Mirando alrededor y más allá del matrimonio

Matrimonios sin amor romántico

Los occidentales creen que el amor debería ser la base del matrimonio. ¿Caracteriza este ideal a la mayoría de las sociedades? Sabemos la respuesta: no. De hecho, en muchos lugares se cree que el amor romántico es un pobre cimiento para el matrimonio y se desalienta enérgicamente. Sin embargo, aunque el amor romántico no sea la base para el matrimonio en todas partes, sí se da en casi todas partes. Un reciente estudio intercultural sugiere que el 88 % de las sociedades del mundo muestra signos de amor romántico- relatos de añoranza personal, canciones de amor o representaciones del amor en el folclore, fugas por amor e historias de amores apasionados contadas a los etnógrafos.

Ember y Ember (Antropología cultural, 1997)

Los na de la China, una sociedad sin matrimonios significativos

Conocemos una sola sociedad en la historia del mundo que no hizo del matrimonio una manera esencial de organizar la vida social y personal: los na de la China. Con esa excepción el matrimonio fue, de un modo u otro, una institución social universal a lo largo de toda la historia de la que tenemos registro.

[....]

En realidad, a pesar de sus diferencias, hay claras similitudes entre todas las instituciones que fueron definidas o celebradas como matrimonios a lo largo de la historia. El matrimonio generalmente determina derechos y obligaciones conectados con la sexualidad, el género, las relaciones con los parientes políticos y la legitimidad de los hijos. También concede a los integrantes derechos y papeles específicos en relación con la sociedad más amplia. Habitualmente define los deberes recíprocos del marido y de la mujer y con frecuencia los deberes de las respectivas familias entre sí y establece la obligatoriedad de esos deberes. Además, permite que la propiedad y el estatus social de la pareja o del jefe del hogar pasen a la próxima generación de manera ordenada.

Pero no hay ninguna sociedad en la que el matrimonio cumpla todas estas funciones. Además, una función que en una sociedad corresponde al matrimonio, en otra sociedad ha estado a cargo de otro mecanismo diferente del matrimonio.

En la década de 1970, la antropóloga Ernestine Friedl señalaba que, en teoría, un grupo de hermanos y hermanas podía cumplir la mayor parte de las funciones del matrimonio. “La procreación”, escribió Friedl, “podía lograrse mediante encuentros sexuales irregulares con hombres y mujeres de otro grupo de hermanos y hermanas y cada grupo se haría cargo de la crianza de los hijos que dieran a luz sus propias hermanas” [....]

Los comentarios de Friedl eran una mera especulación hasta la reciente publicación de un enorme y fascinante estudio sobre los na, una sociedad de alrededor de treinta mil individuos que habitan en la provincia de Yuman, en el sudoeste de la China. Entre los ná, la única sociedad que conocemos en la cual el matrimonio no es una institución significativa, los hermanos y hermanas viven juntos y entre todos crían, educan y mantienen a los hijos que las mujeres dan a luz.

[....]

Entre los na, las relaciones fraternas son mucho más significativas y duraderas que los amoríos o las relaciones sexuales. Cai Hua comprobó que algunos de los hogares de hermanos permanecían unidos durante más de diez generaciones y que los hermanos y hermanas eran prácticamente inseparables, “compañeros para toda la vida”. Sin embargo, éstas no son relaciones incestuosas. En realidad, allí el tabú del incesto es tan poderoso que nadie puede hablar en presencia de sus hermanos o hermanas de cuestiones sexuales, ni siquiera emocionales.

Pero, ¿de dónde vienen entonces los bebés na? En la mayoría de los casos de encuentros románticos casuales, llamados nan-sese que significa “visitar furtivamente”. La visita furtiva, una cita sexual que se produce de noche, es la forma más común de relación sexual en la sociedad na. Sus convenciones muestran hasta qué punto son menos importantes en esta sociedad las relaciones sexuales que los lazos fraternos o entre madre e hijo. Lo habitual es que el visitante llegue demasiado tarde por la noche para participar de la comida o de alguna interacción social y se quede apartado en un rincón esperando a que los miembros de la familia se retiren.

Algunas parejas practican una relación más pública, la “visita conspicua”. En ese caso el hombre llega más temprano a casa de la mujer y lo hace de manera más abierta y regular que cuando se trata de un encuentro de sexo casual. Pero incluso en estas relaciones más estables ninguno de los miembros de la pareja adquiere cualquier obligación con el otro. Son los hermanos y no los esposos quienes reúnen los recursos económicos y cooperan en la crianza de los niños. Si la familia de una mujer necesita más hijos, niños o niñas, el grupo de hermanos normalmente los adopta de otro grupo de hermanos.

Aun en los casos muy raros en los que una pareja viva bajo un mismo techo, las relaciones legales y las identidades de los dos individuos no varían y lo más extraordinario es que ni siquiera esa convivencia determina ninguna relación con las respectivas familias de origen. Las familias de la pareja no se sienten vinculadas entre sí por ningún lazo.

[....] Lo cierto es que esa sociedad deja claramente establecida una cuestión: el matrimonio no es la única manera de imponer el tabú del incesto, de organizar la crianza de los niños, de reunir recursos, de cuidar de los ancianos, de coordinar la producción del hogar o de transmitir las propiedades a la generación siguiente. Sin embargo, es la única manera de adquirir parientes políticos. Y desde el despuntar de la civilización adquirir parientes políticos fue una de las funciones más importantes del matrimonio.

Sólo muy recientemente dejaron los padres y otros parientes de hacer sustanciales especulaciones materiales sobre el casamiento o la duración del matrimonio de los individuos. Este cambio histórico que se produjo en todo el mundo permitió que las parejas modernas ya no estuvieran obligadas a aceptar que sus parientes les indicaran cómo deberían manejar sus vidas. Esta independencia sin precedentes de la pareja casada con respecto a los parientes propios y políticos ofreció la posibilidad de construir relaciones más satisfactorias que las del pasado, pero también tuvo una parte determinante en la crisis del matrimonio moderno.

Sthephanie Coontz (La historia del matrimonio, 2005)

domingo, 15 de agosto de 2010

¿Podemos amar a más de una persona?

Durante un tiempo mantuve una relación afectivosexual con una chica que a su vez mantenía una relación de pareja con otra. Yo era algo así como la amante, aparte de su ex novia. Ella dramatizaba de vez en cuando: no le deseo a nadie querer a dos como quiero yo! Porque lo cierto es que su nueva novia creía mantener una relación monógama. Lo creía a medias, esto es, lo deseaba al tiempo que le iban llegando noticias de mi existencia. Fue entonces cuando le planteó a mi amante y ex novia una propuesta que a mí me pareció muy de sentido común: si quieres jugar a este juego jugamos las dos. Ella no quiso. Porque quería querernos a las dos, sí, pero que su favorita, la novia, sólo estuviera con ella. A ser posible que también yo sólo estuviera con ella. Y si alguna otra quería unirse a su harén libre era de hacerlo. Su respuesta: jurar y perjurarle a la novia que yo había desaparecido del mapa mientras conmigo todo siguió como si nada. Fue entonces, ante los embistes de la culpa, que se inició en el drama: no le deseo a nadie querer a dos como quiero yo!

Supongo que a ella la pregunta de arriba no le suscitaría la más mínima duda: sí, es posible amar a más de una persona. También supongo que son muchas las personas que calificarían su actitud y decisiones de egoístas. Seguramente lo fueron. Pero un poco más allá, sin ese egoísmo, puede situarse lo que viene llamándose poliamor.

Quizás sea un término que no nos dice nada, de hecho, a día de hoy y por aquí cerca, las redes poliamorosas son pequeñas y escasas. Sin embargo, es el término de referencia de un movimiento social significativo en los EEUU durante las últimas décadas. Término, por otro lado, en discusión que genera no pocas discrepancias sobre su significado. Pero nos atreveremos a decir que el poliamor consiste en mantener simultáneamente más de una relación duradera, amorosa e íntima, no necesariamente sexual, con el conocimiento y consentimiento de todas las personas implicadas. Lo que según suelen señalar sus practicantes diferencia al poliamor de otros estilos de relación no monógamos es el énfasis en el amor. El propio término así lo da a entender: poli, muchos, que procede del griego y amor del latín. Muchos amores.

Cuando se trata de relaciones amorosas no sexuales suele indicársele a la poliamorosx que “ah, entonces lo que sois es buenxs amigxs”. Pero las personas que se identifican como poliamorosxs no comparten esta conclusión. Algunas de ellas establecen fronteras claras entre sus relaciones de amistad ordinarias y sus relaciones amorosas no sexuales. Quizás por los compromisos que se adquieren o los espacios y tiempos que se comparten. Lxs hay que por ejemplo hablan de familia de elección. Otras consideran que la diferencia no es cualitativa sino cuantitativa, cuestión de intensidad. De lo que no cabe ninguna duda es de que el poliamor desdibuja nuestras habituales fronteras entre amistad y pareja: amistades sexuales, parejas sin sexo, relaciones que se sitúan en la frontera, allá donde quizás creíamos que no debería haber nada.

En lo que al sexo esporádico y orientado al placer se refiere, los poliamorosxs adoptan posiciones diversas. Lxs hay que no sólo centran sus relaciones en el amor sino que además intentan diferenciar el poliamor de aquellas otras formas de relación no monógamas que incluyen lo que solemos llamar el sexo por el sexo como podrían ser por ejemplo los swingers (intercambio de parejas para disfrutar del sexo con otras personas) o todas aquellas otras que mantienen una diversidad de relaciones puramente sexuales. Algunxs de estxs poliamorosxs pueden llegar a pensar y presentar el poliamor en términos de bueno y ético mientras interpretan el sexo casual o a lxs swingers como, en cierto modo, erradxs. Otrxs poliamorosxs critican esta tendencia que viene observándose dentro del movimiento de dejar fuera del poliamor a lxs swingers, el sexo casual y la promiscuidad. Advierten de que responde a una estrategia orientada a la aceptación social que consiste en eliminar del poliamor las transgresiones más molestas al adoptar como propio el viejo esquema conforme al cual: relaciones amorosas = buenas y éticas mientras que relaciones sexuales = malas e indeseables.

ESTILOS POLIAMOROSOS

Dentro de lo que se llama poliamor suelen encuadrarse distintos acuerdos y estilos de relación, entre ellos y sin ánimo de ser exhaustivx:

- Redes de relaciones conexas: cada persona mantiene varias relaciones en diversos grados de importancia con diversas personas. A veces se diferencia entre relaciones primarias, secundarias e incluso terciarias en función del grado de intimidad y compromiso que se mantenga con las distintas personas.

- Matrimonio grupal: grupos de tres o más personas que se consideran casadas las unas con las otras. Estos grupos matrimoniales pueden compartir un mismo hogar, habiendo o no hijxs, y realizando un reparto de tareas y gastos. Asimismo, pueden ser grupos sexualmente exclusivos o abiertos, esto es, el sexo puede limitarse a lxs integrantes del grupo o pueden estar abiertxs a contactos sexuales con otras personas ajenas al grupo.

- Poligamia (poliginia y poliandria): régimen familiar en el cual una persona está casada con varias otras, las cuales pueden mantener o no relaciones entre sí.

- Arreglos geométricos: se describe por el número de personas involucradas y su relación de conexión. Por ejemplo, "Trío" y "Cuadra", tanto como en geometrías “V”, “N” y “W”, donde el vértice llamado “pivote” corresponde al individuo que tiene dos conexiones.

VALORES DEL POLIAMOR


Para muchas de las personas que se identifican como poliamorosas, el poliamor consiste en una forma ética y responsable de practicar la no-monogamia. El poliamor responsable sería aquel en el que las distintas personas se expresan y muestran con honestidad al tiempo que negocian y respetan los términos en los que desean y deciden relacionarse. Suele sucedernos a los seres humanos que no siempre nos compartamos conforme a nuestros ideales éticos, a veces porque no queremos, otras porque no podemos o no sabemos, o no todavía, pero ello no resta importancia al hecho de que desde el poliamor se defiende y describe una forma ética de practicar la no-monogamia. Esta se fundamentaría en los siguientes valores: honestidad, comunicación, consenso, fidelidad (entendida como honestidad, cercanía, respeto a los acuerdos adoptados), compersion (sería lo contrario a los celos y consistiría en experimentar satisfacción ante el placer que aquellxs que amamos experimentan compartiéndose y amando a otrxs), responsabilidad.

Dicho lo ya escrito, únicamente apuntar que, al igual que sucede con la monogamia y con quienes optan por ella, también con el poliamor y con quienes optan por él sucede que cada persona y sus relaciones son un mundo.

lunes, 9 de agosto de 2010

La soledad de Occidente y la relación de pareja

Occidente es hoy una tierra de solitarias y soledades en donde la relación de pareja se concibe a menudo como un oasis de compañía y, quizás también, de vida plena. Al menos así la fantasea Andrea. “Sobre todo me siento sola”. Las amigas de Andrea están en su mayoría emparejadas o absorbidas por sus trabajos y rutinas diarias. “Ya no es como cuando éramos más jóvenes”. Las compañeras de trabajo son sólo compañeras de trabajo, con la familia no tiene mucha relación. En su edificio vive otra gente, también en su barrio, pero apenas si saluda a algunas, hablar no habla con nadie. La ciudad es un escenario de libertades que, en muchos casos, sin nadie que se interese profundamente por ellas, sin nadie que inspire un interés cotidiano e intenso, se sienten solas. “Ojala conociera a alguien”, piensa Andrea al cerrar tras de sí la puerta de su casa y enfrentar el silencio de su hogar.

El llamado amor de pareja promete compañía, plenitud, alegría, aventura, lujuria, diversión, planes de domingo, seguridad, reposo, intimidad, poder ser una misma, intensidad, sentirse viva. Hay mucho y variado: el amor traerá todo aquello que en este momento necesitemos. El paraíso en vida.

No obstante, una vez nos emparejamos y se acaba la pasión, la vida en rosa, los estómagos repletos de punzantes mariposas, nos hacemos conscientes de que la vida en pareja no necesariamente es mejor (ni peor) que otras formas de organizar la vida, los afectos, la sexualidad. Aún así, si decidiéramos romper nuestra relación, es probable que muchas volviéramos a anhelar un paraíso de amor y pareja. Quizás porque es más sencillo soportar los reveses de la vida diaria cuando podemos soñar con un paraíso que algún día habitaremos.

La relación de pareja es, además, para una inmensa mayoría, un estilo de vida. El estilo de vida amor-pareja-sexual.

Estilo de vida amor-pareja-sexual = una persona entra en nuestras vidas a golpe de enamoramiento o encoñamiento. Ayer quizás ni la conocíamos, hoy ocupa la mayor parte de nuestros pensamientos. Una fuerza nos empuja hacia ella, nos atrae, deseamos su presencia. Hasta aquí nada hemos hecho para que así sea. Simplemente nos está sucediendo. Entonces nos lanzamos a desarrollar nuestro proyecto de vida amor-pareja-sexual:

Cita tras cita vamos reorganizando nuestra vida para ofrecer a esta persona un lugar prioritario en ella. Nos esforzamos para ir compatibilizando nuestros horarios, nuestras amistades, nuestras aficiones. Hacemos de ella nuestra mejor amiga, la gran confidente, porque con ella sí puedo ser yo misma. Compartimos vacaciones (que previamente hemos hecho coincidir) y negociamos destinos. De mantener relación con padres y demás parientes, nos presentamos mutuamente a nuestras familias como el nuevo miembro de la familia y para mí el más importante. O envalentonadas por nuestro sentir nos enfrentamos a toda la parentela: decidme lesbiana, bollera, tortillera, gay, maricón, lo que queráis, pero esta es la persona que amo y nadie podrá separarme jamás de ella. Decidimos compartir piso y gastos, quizás también coche u otras posesiones. Incluso puede parecernos que ha llegado el momento de lanzarnos conjuntamente a la maternidad. Por su parte, la pasión, un día tras otro, va disminuyendo pero rogamos para que el sexo continúe siendo bueno, eternamente satisfactorio, porque sin sexo no hay orgasmo y sin orgasmo (pensamos) no será una buena compañera de ruta (¿?).

Nos encontramos entonces viviendo como tanta otra gente. Organizando nuestros afectos y sexualidad a la manera de la mayoría. Quizás porque nos creímos que el estilo de vida amor-pareja-sexual era El Camino, el Buen Camino, el Mejor Camino. Es posible. No obstante, ¿mejor para quién? ¿Con quién? ¿En qué circunstancias y momentos de su vida? ¿Desde qué perspectivas y valores? ¿Compatible con cuales proyectos? ¿Es/era realmente el único camino o el mejor camino a nuestro alcance?